BIENVENIDOS

La arquitectura en la isla de El Hierro es tan poderosa como sus topónimos. Toda la esencia de la arquitectura común herreña se concentra en esta idílica casa de piedra volcánica asomada a una pendiente por la que se puede contemplar el océano Atlántico. El Lunchón, refleja muy bien el espíritu de la construcción popular en la isla. Lo que nos encontramos cuando llegamos es justo lo que esperábamos de ella. Y lo cierto es que no defrauda. Su emplazamiento resulta inmejorable. En la zona más occidental de las Islas Canarias y como si su presencia sirviera de atalaya para los viajeros.

No es complicado encontrar el numero diez de la calle El Lunchón. Su fachada brota de la roca orgullosa, desde allí se puede disfrutar de un paisaje único. El viajero que llega a esta casa tiene una sensación lógica de plenitud porque es consciente de que lo tiene todo: montaña y mar. Rodeado de una naturaleza incomparable, podemos gozar del último rayo de sol que llega Europa y de los atardeceres más deslumbrantes.

Pero no sólo de su ubicación vive este alojamiento. La historia aporta también su grano de arena. Hablamos de una casa construida a principios del siglo XIX por el tatarabuelo del propietario y encuadrada en una finca de 3.000 m2. La estructura de la casa destila antigüedad y belleza a partes iguales. Su cocina es espaciosa, con colores alegres, vivos. Su amplitud no le resta ni un ápice de hospitalidad, sino todo lo contrario, parece que la refuerza. Casa El Lunchón es de los pocos lugares donde se puede cocinar mientras se contempla el océano Atlántico. Sus holgados ventanales sirven de perfectos miradores.

Tampoco se quedan atrás los dormitorios. Lucen un mobiliario neorrústico, sencillo, alejado de toda pretensión. En sus techos dominan las vigas de madera y en sus paredes, la piedra vista. Después de un paseo por la costa, ninguna sensación se puede comparar a la de alojarse en una estancia que nos ofrece la sensación de sentirnos en plena naturaleza. La estancia principal se asienta sobre una bodega añeja, mezclando las maderas señoriales del piso y tejado con el albero de sus muros. También dispone de terraza desde la que se puede divisar, como si de un palco se tratase, las maravillosas vistas del Valle de El Golfo. Mención especial merecen también su baño, con un toque retro muy conseguido, todo un guiño a la época decimonónica en la que fue concebida la casa.

Un paseo por los alrededores de la casa rural implica deambular por un mercado de frutas. La finca se encuentra bañada de árboles frutales como papayas, guayaberos, mandarinos, naranjos, durazneros e higueras. El jardín del edén a los pies del Atlántico.

DEPENDENCIAS

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La antigua Lonja

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Habitación La Sabina

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Habitación El Molino

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Cocina

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Baño

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Salón comedor

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Zona de fumadores

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Solarium y Barbacoa

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La finca

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